País
Vasco-España.No
me cabe la menor duda que mi postura en relación al tema entra en
una total discrepancia en relación a la opinión y ciertos
planteamiento de un sin numero de reconocidos actores y protagonistas
de nuestra sociedad, cuando intentan plasmar con una teoría ingenua,
católica, apostólica y romana, propia de los siglos del
oscurantismo; ya superado por el hombre moderno, hacer creer a la
opinión publica que en nuestra sociedad, gracias a nuestras “raíces
cristiana”, no existen grupos organizados de homosexuales,
lesbiana, bisexuales, etc y que llegan al país porque un señor
embajador la trajo consigo e intenta propagarla como si de un virus o
bacteria se tratase en todo el territorio nacional.
No
busco con esta opinión justificar, ni mucho meno parcializarme con
una u otra de las partes encontradas, sino más bien procuro aclarar
algunos detalles que muchos por lo aprendido en el núcleo familiar o
intereses religiosos personales han querido obviar. Si bien es cierto
que nuestra cultura posee unas “raíces cristianas”, según
algunas figuras prominentes dominicanas, tampoco es menos cierto que
ese “cristianismo” del que tanto hacemos alarde, especialmente si
nos conviene, no fue algo que nuestra sociedad desde sus inicio quiso
optar por libre albedrío, sino que fue impuesta a capa y espada por
un señor llamado colono Español.
Hoy
día aquel que impuso las reglas de juego, hace siglos pasados, se ha
visto en la necesidad de romperla; para seguir avanzando como estado
moderno, entonces porque seguir atado a unos prejuicios religiosos
que ya ni siquiera su propio creador las considera importantes. Debo
reconocer que a mi también me costó asimilar, a mi llegada a España
hace unos 14 años, que este colectivo estuviera unos derechos el
cual eran respetados, como respeta el cura la misa, pero al final
esta sociedad terminó dándome una lección. Transformó mi manera
de pensar para bien y sobre todas las cosas me enseñó que mi
derecho empieza donde termina el del vecino. Si no respetamos y damos
los derechos que tales o cuales exigen, tampoco podemos creer que nos
serán respetados y dados nuestros derechos.
Acostumbrado
estamos a que cuando se viola un derecho, ya sea la libertad de
expresión, en salud, en educación, políticos, etc salimos a
defendedlo hasta con la vida, así mismo debe ser defendido cualquier
derecho ajeno sin importar la índole o causa que le dio origen y de
no ser así entonces se viola el sistema de estado de derecho que
posee una u otra organización dentro de un estado. Sé que fue, es y
será difícil conseguir que algunos grupos en nuestra sociedad rompa
con tales tabúes improductivos, pero si queremos que nuestro país
sea parte de una sociedad moderna y vanguardista tendremos que
empezar, cada individuo de forma individual, a respectar el derecho
de cada quien.
Es
cierto que nuestra constitución, en relación al código civil, no
contempla el matrimonio entre personas de un mismo sexo pero
recordemos que esta (nuestra constitución) es un derecho y el
derecho como es bien sabido emana de la voluntad, forma y cultura de
los pueblos. No digo que sea la voluntad de todos, cuidado.....,
simplemente planteo que ese todos.... también respecte el poco
derecho, si es que lo tiene, que ha ganado esa minoría.
Espero
a ser posible, aunque lo veo imposible, seguir en mi empeño de
hacerle entender a estos grupos de la sociedad dominicana, entre
ellos periodista, políticos, jueces, intelectuales, economistas,
militares, policías, etc que cada uno de nosotros, como seres
humanos, somos muy distintos respecto el uno del otro. No solo en
nuestra sexualidad; también lo somos en nuestros gustos de la vida
diaria, en nuestra forma de de ser y de pensar, en nuestras
posiciones políticas, en las pasiones , en los deseos, en lo que nos
rodea y hasta en la forma de exhalar el aire que nos da la vida.
Análisis
a modo de conversación con el Periodista y literato Norberto Azor.
Afortunadamente
son cada vez más las iglesias que se muestran favorables al
reconocimiento de la dignidad de la comunidad (LGTB) y muchas se han
pronunciado a favor de la celebración de las uniones entre personas
del mismo sexo.
Entre
ellas las iglesias protestantes llevan la voz cantante donde
encontramos a los episcopalianos, quienes nombraron en 2005 a Gene
Robinson como su primer obispo abiertamente homosexual en EEUU; la
Iglesia Anglicana canadiense que bendice los matrimonios
homosexuales, y hemos visto como hace tan sólo unos días la cabeza
principal de la Iglesia Anglicana, la Reina Isabel II de Inglaterra,
proclamaba el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio en
Reino Unido, después de haber sido aprobada la ley por la Cámara de
los Comunes.
Los
luteranos, presbiterianos y la Iglesia Evangélica Española han
renunciado a los prejuicios y la discriminación de la comunidad
(LGTB). Incluso ramas liberales de los cuáqueros y los mormones
aceptan la homosexualidad con naturalidad. Dentro de estos últimos
existe una rama denominada Iglesia de Jesucristo de la Restauración
en la que conviven gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en
plena igualdad, sin discriminación y en donde las mujeres también
pueden llegar a ejercer el sacerdocio en igualdad de condiciones que
los hombres.
El
Papa Francisco acaba de pronunciarse tibiamente a favor de la
comunidad (LGTB) en unas declaraciones sin precedentes al decir que
si los homosexuales son buenas personas quién es él para juzgarles,
adoptando así la verdadera postura cristiana de amar al prójimo por
sobre todas las cosas.
Una
posición que contrasta con la que han estado aplicando los miembros
de la curia en la República Dominicana y allí donde se encuentra
asentada la Iglesia católica, y en los lugares donde crece el
radicalismo de algunas iglesias protestantes; radicalismo que debemos
evitar a toda costa en nuestro país para así alejarnos de los
desgraciados ejemplos que nos presenta a diario Rusia con las
crecientes persecuciones, vejaciones y asesinatos de jóvenes
homosexuales, masacrados con la impunidad que les da a los grupos de
extrema derecha las leyes antigay promulgadas por el gobierno de
Vladimir Putin; el recrudecimiento del discurso de algunos
mandatarios africanos que alientan la ejecución de crímenes de
odio, y la reiteración de episodios deleznables de masacres de
personas transgénero en algunos países de América Latina.
Lo
cierto es que el reconocimiento y el respeto de los (DDHH) es una
labor de todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas. Los
gobiernos tienen la obligación de defender la dignidad de los suyos
y las confesiones religiosas deben abandonar el discurso del odio
para poder aplicar realmente aquello de lo que se jactan, procurando
ubicarse en el terreno de lo divino y dejando a los gobiernos los
asuntos terrenales.
La
sociedad dominicana ha demostrado una gran madurez al no sumarse a
las peticiones de estos grupos religiosos y al empezar a transitar
por el camino de la tolerancia que lleva al reconocimiento de la
igualdad de derechos. Ahora toca a los políticos mover ficha y
plantar cara a los que quieren marginar a una parte importante de la
sociedad. República Dominicana va por el buen camino, aunque muy
lentamente, pero es claro que llegará muy pronto al final con un
buen resultado.
Misael
Pérez Montero.
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